9 de marzo de 2013
El hiperrealismo
El pintor norteamericano Morley toma una
fotografía en color, la coloca boca abajo y luego se pone a copiarla con todo
detalle en un lienzo de gran formato y utilizando pintura acrílica. Esto es el hiperrealismo.
A este movimiento también se le ha denominado superrealismo, sharp-focus
(enfoque aqudo) y fotorrealismo, precisamente por la gran dependencia que sus
cultivadores han tenido con respecto a la fotografía.
Se trata de reproducir meticulosamente y a
gran tamaño imágenes fotográficas de temas más o menos triviales (escaparates,
coches, fachadas de cafeterías), con el propósito de deparar representaciones
objetivas e impersonales de una realidad igualmente impersonal compuesta fundamentalmente
por objetos fabricados en serie pertenecientes a una sociedad donde el binomio
producción consumo marca un estilo de vida.
Inciden así sobre una visión del arte, como
hemos visto,
en los anteriores capítulos, que se ha desarrollado ampliamente durante los
últimos veinte años: la expresión objetiva y fría del medio social urbano evitando
toda interpretación personal del pintor. Esta voluntad de conseguir un arte
neutro, sin opiniones subjetivas, es el motivo por el cual, pintores como Morley,
colocan la fotografía modelo al revés. Se trata, así, de despojarla de toda
significación temática.
En la impresión general que produce un cuadro hiperrealista destaca la atención especial que se dedica a la captación de brillos y reflejos producidos sobre superficies bruñidas, la minuciosa descripción de los detalles, una factura asombrosamente impecable y una entonación de cromo relamido.
Entre las figuras más destacadas de este
movimiento, aparte del citado Morley, hay que anotar los nombres de Clarke,
Andrew Wyeth y Alex Colville, destacando por su detallismo analítico la obra de
Miguel Torrecilla.
Algunos autores incluyen en el movimiento
hiperrealista al pintor de Tomelloso (Ciudad Real) Antonio López García, uno de
los fenómenos más interesantes de la pintura actual en el mundo. Su obra en
España es poco conocida. López García ha sido realmente un niño prodigio, que a
los 16 años ya tenía el título de Bellas Artes y dibujaba con insólita
precisión. Su trabajo, en principio, bajo la influencia de su tío Antonio López
Torres, se orienta hacia la pintura de temas manchegos, a los que irá añadiendo
un ingrediente mágico emparentado con el surrealismo. Después va a centrar su
atención sobre la representación de interiores (su propio estudio, pasillos,
cuartos de baño) milimétricamente reproducidos con un veris- mo realista asombroso,
y cuyo carácter está muy alejado de los hiperrealistas norteamericanos. El resultado
de la obra de éstos, como hemos dicho, es algo parecido a un bonito cromo; las
imágenes de López García penetran profundamente en el misterio de los espacios
vacíos y los objetos situados en ellos,
cuyo realismo agudo les hace cobrar una extraña dimensión onírica.
López García utiliza procedimientos
tradicionales (óleo sobre lienzo) avalados por un impresionante conocimiento
técnico. Tan espectacular como su obra pictórtca, resulta su trabajo
escultórico en madera policromada, provisto de un verismo sobrecogedor. También
en una línea que une el sentimiento intimista y lírico con la mayor perfección
de acabado está la obra de Josep Comes.
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Finestra alta, Josep Comes Busquets Arte Hiperrealista al óleo Pintores pioneros del movimiento Hiperealista |
Dentro del hiperrealismo se puede situar,
también, la llamada escultura verista, equivalente al estilo de pintura que comentamos.
Mencionamos aquí este movimiento por tratarse de esculturas policromadas
generalmente concebidas en grupos que se montan con un carácter especialmente
pictórico.
Se utiliza el vaciado de personas reales en
fibra de vidrio y resina de poliester; estas figuras se visten después con
ropas encoladas y su presencia produce una fuerte impresión de realidad. La
escultura verista se ha aplicado generalmente a la representación de escenas de
horror y violencia que entrañaban un significado político. En Estados Unidos
destacan los nombres de John de Andrea y Duane Hanson, y en España resulta
particularmente importante la figura de Rafael Canogar, cuya obra, durante el
régimen franquista, ha tenido un claro sentido de contestación.
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