26 de septiembre de 2014
Un artista moderno se podría definir como alguien revolucionario pero también como profundamente conservador, incluso podemos afirmar que para ser moderno hay que ser antimoderno, es decir, luchar contra las realidades más palpables de la modernidad a través de todos los medios posibles. Porque la Modernidad es básicamente una experiencia vital en el tiempo y el espacio, teniendo como eje central la Razón Humana.
El hombre moderno se vive en los grandes descubrimientos científicos y los adelantos tecnológicos que han transformado el hombre y su espacio vital. Igualmente, se vive en la industrialización, en el crecimiento demográfico, en lo urbano y sus nuevas características, en los sistemas de comunicación de masas, en el nuevo aparato estatal y los movimientos sociales masivos, Pero también se vive en las guerras globalizadas, en el mercado capitalista y todas sus mortales consecuencias. Un mundo cambiante, en el que, la indeterminación ha desplazado a la certidumbre.
Podemos hablar de la finalización del proyecto de la modernidad cuando el estado nacional pierde la capacidad de organizar la vida social y material de las personas. Cuando los grandes enunciados de la modernidad como libertad, igualdad y fraternidad, son aplicados brutal y parcializadamente. Es entonces, cuando un sector de intelectuales comienzan a hablar de la globalización como el comienzo de una nueva época; la postmodernidad, en donde las prácticas de control del estado se dispersan y estallan.
Los estados entran en una nueva dinámica; la reconstrucción y la resignificación a través de procesos de democratización y de nuevas formas de integración. Por eso, el Estado-Nación no es capaz de defendernos por ejemplo, del derrumbe de las bolsas de valores o, del narcotráfico organizado como una transnacional o ante la contaminación del medio ambiente o de los genocidios disfrazados de guerras preventivas o simplemente, este estado se convierte en un gran mercado.
Pero al afectar la globalización nuestro sistema institucional, cambia nuestra manera de ver la realidad colectiva, los imaginarios locales, los “mundos regionales” toman otras formas, nacen otras consignas como la búsqueda de la identidad y la defensa de la cultura como bandera colectiva.
Por Miguel de León
Critico de Arte Colombiano.
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