MURALISMO MEXICANO EN TODO SU ESPLENDOR
 mural de Clemente Orozco

Breve análisis sobre el muralismo mexicano

No cabe duda, que el gran fenómeno pictórico latinoamericano desde la conquista y la colonia lo constituye la escuela de muralistas mexicanos. Aparece a raíz de la revolución de 1910 y va a influir intensamente en toda la pintura indigenista de la América no sajona. 

Diego Rivera (1886-1957) es, seguramente, el pintor más complejo de esta escuela. Permanece doce años en Europa (Francia, Italia, España, Inglaterra) y toma contacto con las vanguardias artísticas del viejo continente. 

Su encuentro con Siqueiros en París, que busca una expresión de raíz neta mente mexicana, y su estudio de los muralistas del quattrocento (sobre todo Paolo Ucello y Piero del la Francesca), se resuelven, al regresar a su país, en un reencuentro con la pintura mural indígena anterior a la conquista. 

De la noche a la mañana aparece su estilo maduro, cuyos principios teóricos (extensibles a Orozco y Siqueiros) pueden resumirse en tres puntos:

El pintor debe estar integrado con las aspiraciones de su pueblo; por lo tanto, hay que abandonar la pintura de caballete, que finalmente va a parar a manos de las clases dominantes como un artículo de lulo, para resucitar el mural al fresco en edificios públicos del que puede gozar toda la comunidad.

Consecuentemente, la pintura estará al servicio de las tendencias políticas más afines a las masas proletarias, en abierta beligerancia contra los clásicos poderes dominantes que sustentan el sistema capitalista. El punto de coincidencia entre el arte y el pueblo va a estar determinado por el retorno a los valores indigenistas mexicanos representados por el indio.

Esta postura, que coincide con los proyectos de educación popular de un gobierno progresista, dará lugar a una especie de estallido pictórico de carácter didáctico resuelto en grandes murales expresionistas. 

Los murales de Rivera, de complejísima composición, donde se acumulan multitud de personajes, muestran un diseño preciso y formas elementales cuyos volúmenes lisos recuerdan el constructivismo de un Paolo Uccello. Su pintura social nunca deja de tener valores puramente plásticos de carácter poético y decorativo, especialmente en la última etapa de su trabajo.

Entre sus murales más importantes hay que mencionar los de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo y los del Palacio Cortés en Cuernavaca, así como los del Palacio de Bellas Artes, Palacio Nacional y Hotel Prado, en México D.F. José Clemente Orozco (1883-1949) era de corta estatura, usaba gafas de gruesos cristales y tenía una mandíbula agresiva que le daban un aspecto amenazador. En la intimidad resultaba un amigo afable. 

Mural de Siqueiros, Palacio de Bellas Artes
Muralistas Mexicanos 
Mural del pintor Ciudad de México DF
Mural en el Palacio de Bellas Artes, Distrito Federal, México
 mural de Clemente Orozco
Al contrario que Rivera y Siqueiros, no estudió en Europa, pero visitó con frecuencia los Estados Unidos, en cuyos museos encontró abundante información para la maduración de su estilo. Fue un excelente dibujante y caricaturista, colaborando dentro de esta especialidad en el periódico La Vanguardia, de Orizaba.

En sus líneas maestras teóricas coincide con Rivera (pintura mural indigenista de contenido político social), pero sus conceptos plásticos difieren sustancialmente. La obra de Orozco, basada en la línea diagonal compositiva, muestra un intenso dinamismo cuya tensión destaca sobre cualquier otro aspecto. 

Las formas se resuelven mediante volúmenes compactos de superficies lisas, que se funden a los fondos merced a una escasa diferenciación tonal entre personajes y escenarios. Un colorido agresivo y agrio, con predominio de las tintas brillantes, resumen las características técnicas de un trabajo que puede incluirse dentro de la corriente expresionista.

Mural de Rufino Tamayo
Mexicanos: Los padres del Muralismo Mundial

Muralistas Mexicanos
Mural del pintor Siqueiros
Ciudad de México
Muralistas Mexicanos
Mural del pintor Orozco
Ciudad de México

Muralistas Mexicanos
Mural del pintor Ernesto Ríos Artista Sinaloense
Mural ubicado en Centro Internacional de Convenciones, Ciudad de Mazatlán Sinaloa, México
PINTORES FAMOSOS DE MÉXICO 
David Alfaro Siqueiros (1876-1974) pertenece a la segunda generación de muralistas mexicanos. Se formó en Europa, y a su regreso a México organiza, en 1922, el Sindicato de Pintores, Escultores y Grabadores Mexicanos Revolucionarios. 

Cuando estalla la guerra en España se traslada a la península y se alista en el ejército popular, donde alcanzaría el grado de teniente coronel. De vida intensamente ligada a acciones políticas y revolucionarias, que le llevaron en más de una ocasión a la cárcel o el destierro, Siqueiros ha trasladado su carácter inquieto e iconoclasta al terreno del arte ensayando técnicas nuevas para la pintura mural. 

El uso de la pistola de aire comprimido, la aplicación de mate- riales como la piroxilina, el duco y la resina acrílica, el empleo de cemento, plástico y celotex como soporte, son algunas de sus principales innovaciones. 

También ha desarrollado al máximo el trabajo en equipo, como en la gigantesca obra del hotel Casino de la Selva, en Cuernavaca, donde trabajó con un conjunto de técnicos y obreros en la composición de un mural de 400 metros cuadrados, posiblemente el mayor que se haya pintado jamás.

La obra de Siqueiros incide sobre una temática de compromiso político en la que se manejan elementos simbólicos y surrealistas para expresar de un modo grandioso y dramático la lucha entre los instintos vitales del pueblo y las fuerzas que le oprimen.

En una línea distinta a la que protagonizan Rivera, Orozco y Siqueiros, se sitúa, finalmente, Rufino Tamayo (1899). Reacciona contra la pintura tradicional indagando nuevos caminos de raíz mexicana, pero eludiendo el compromiso político. 

Toma elementos de la alfarería tarasca, los tejidos indígenas y las artes populares, reelaborándolas en una estética culta que deja de ser localista para expresar ciertos aspectos del subconsciente universal. Las formas de Tamayo, angulosas y agresivas, se complementan con un colorido de excepcional riqueza tonal. 
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