El Plástico: Entre la Fascinación y la Culpa
Reflexiones sobre la Crisis Ambiental y Cultural en la Era del Plástico
Por Oscar Salamanca
Cada vez que me encuentro con una tapa de plástico de inmediato se crea una gran contradicción porque por un lado existe la fascinación, pero también y de inmediato la culpa. Vivimos en un mundo completamente inundado de plástico, tanto que ya lo sentimos inundando cada una de nuestras venas, cuerpo y sentido de vida.
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El plástico determina el comportamiento de generaciones como
si se tratara de una actitud estética inherente a la manera de sentir y amar lo
natural.
Entonces ¿qué es lo natural? O más bien ¿a qué nos referimos
cuando hablamos de lo natural? Y con esa duda, de paso, también se afecta lo
que creemos por naturaleza. Quizá sea tiempo de ver lo natural y naturaleza en
lo creado artificialmente como cultura dado por la actitud sincrética al recibir
lo nuevo y las mezclas sin ortodoxias desgastadas de dogmatismo.
Nosotros creamos naturaleza a cada instante porque es el
resultado de un proceso cultual basado en el desgaste de la natura naturans,
en donde la naturaleza se encuentra a punto
de perder su máxima autoridad como ente ontológico.
Lo anterior coloca a la humanidad en un borde de crisis que
atenta fatalmente contra la idea de mundo sano, mundo ideal que todos
intentamos prefabricar con estrategias reparadoras ficcionales.
El plástico nos enfrenta a lo real cuyo significado no puede
ser otro que navegamos en una nave estelar colapsada en donde conceptos como
consumo, sostenibilidad y mediunismo, devienen en una bella sociofanía
entrópica que refleja una falta de origen. Falta de origen, ya que aparece en
calidad de reemplazo hibridación por reproducción, en vez de procrear, acoplar
heterogeneidades.
En palabras de Hannah Arendt cuando habla de aspiración
anota “el derecho a tener derechos”, por ende, el consumo representa un derecho
humano anterior a los derechos humanos. La sostenibilidad se entiende como
promesa de continuidad a corto plazo, surgida en Alemania por efecto de la
economía forestal del siglo XIX y ahora representa una gran hipocresía mundial
de lo económico y político.
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Los medios se entienden hoy como hijos barbaros del demonio,
ya en 1914 Hugo Ball futuro fundador del dadaísmo decía “el mundo entero se ha
vuelto demoniaco”. En 1917 corrigió su afirmación “el mundo entero se ha vuelto
medial”.
Las obras de arte de Mayorga instalan el concepto de la
sostenibilidad haciendo juego a la decadencia sistémica de la intención
política por preservar, frente al contundente margen corto de cualquier
posibilidad de crítica o cambio significativo en las prácticas humanas dadas en
la conveniencia.
Las piezas de Mayorga no hay que observarlas como
confluencia de objetos sino como conjuntos psíquicos cuidadosamente articulados
como reales agencias invasivas, en algunos casos con picos obsesivos de alternatividad
apartados de claves espirituales.
Los trabajos de Mauricio Mayorga se funden unos con otros
mediunismos técnicos y personales con el objeto de persuadir conciencias y
nociones de paisaje (el paisaje es uso de sí) en una clara actitud de “persuadir”
conocidos en la vida contemporánea como influencers, fenómeno propagado
en el arte en la figura del activador trivial desde el año 2001.
La obra de Mauricio nos hace reflexionar profundamente sobre nuestros hábitos de consumo y la urgencia de adoptar un enfoque más consciente y sostenible hacia nuestro planeta.
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